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jueves, 28 de mayo de 2009

Tiene razón, Miguel Angel; pero...

Ahora intentarán que Miguel Ángel Rodríguez se disculpe por lo que ha dicho. Que se retracte, que se humille ante la jauría de lo vulgar, lo zafio y lo ignorante por decir que es vulgar, zafia e ignorante. Pero yo desde aquí, desde este rinconcito de la blogosfera, le pido, D. Miguel, que no lo haga; que aguante el envite como ha hecho tantas otras veces y siga para adelante sin disculparse, sin retractarse ni matizar lo innecesario porque simplemente con esto último ya estaría usted también hablando para los vulgares. Lo que tiene que hacer usted, lo que tenemos que hacer entre todos, cada uno dentro de sus posibilidades, es elevar el nivel del debate, es obligar a los vulgares a sentirse vulgares y a querer abandonar su vulgaridad; no ceder ante el acoso de la zafiedad y la ignorancia, no retroceder posiciones, porque cediendo terreno es como se pierden las batallas. Y ya sabe usted, D. Miguel, que a base de peder batallas llega un momento en que también se pierde la guerra.

La frase que le trae de cabeza a la progresía es:
"Pero a la izquierda le gusta la exaltación de lo vulgar. Son felices haciendo series de televisión apestadas de poligoneros soeces, de homosexuales afectados y de putillas graciosas. Cuentan chistes para tontos y se ríen, siempre que haya una palabra malsonante por el medio. Encumbran a presentadores graciosillos malhablados y a guionistas groseros previsibles. Es la sociedad que quieren: la sociedad de la vulgaridad."

La Exaltación de lo Vulgar. MAR BRAVA
Yo no puedo estar más de acuerdo. Es así, la televisión actual es así: Degradante, denigrante, vulgar y vulgarizadora. Pero... Aquí viene mi pero... ¿Qué series de televisión cree usted que ve la derecha? Y ¿qué series de televisión HACE la derecha española?

Yo no veo mucho la televisión, la verdad. Hace tiempo que decidí aprovechar mejor mi tiempo y sólo enciendo el aparato muy de cuando en cuando para ver una tertulia, entrevista o algún evento en directo que me interese que no se emita por Internet; de modo que no soy la persona idónea para hablar de diferencias entre los distintos programas televisivos. Sin embargo, la última vez que eché un vistazo a la programación lo que vi me pareció realmente todo tan parecido, tan sospechosamente igual que llegué a la conclusión de que o bien no existe eso que en el acervo popular llamamos la "derecha" en España, o bien no se dedica al negocio de hacer series.

jueves, 26 de febrero de 2009

Algo para MAR: Totalmente a la vista.

Miguel Ángel Rodríguez es una fiera, un hacha, un crack. Un fenómeno de los medios, del que ni se sabe cuántos debates ha ganado aun cuando haya estado él solo contra el mundo, como el cristiano que echan al circo sin espada y rodeado de leones, y acaba ganando la contienda a puro valor y arrojo. Su blog se llama "Mar Brava" y le va como un guante a medida. Así es Miguel Ángel.

Hoy, como cada mañana, me he pasado por su blog para leer sus comentarios y me he encontrado con la siguiente entrada: "Algo para Ansón: Poca leña se hace de Ultrabermejo". El artículo está muy bien y dice grandes verdades; peeeeeeeeeeeeeeeeeeeeerooooo.... Tras leerlo yo también tengo algo para alguien, y en este caso es para Miguel Ángel.

Dice en su artículo (que han de leer para entender plenamente lo que voy a decir a renglón seguido) que Ultrabermejo es la quintaesencia de Zeta. Y que, por tanto, su caída es más que la caída de un ministro; y debería significar mucho más. Hasta ahí estoy de acuerdo; bueno, en realidad no, pero a eso volveremos más tarde.

Sin embargo, es en la explicación en la que discrepo completamente: De oculta, nada, Miguel Ángel, de cara oculta nada. Pero vamos, nada de nada. Todo lo contrario: Totalmente a la vista. Es más, ostentosamente visible. Y precisamente, porque esa es la verdadera cara del PSOE es por lo que Ultrabermejo es la quintaesencia de Zeta, y por lo que su caída no significa más. Porque en un partido cuya naturaleza es esa, las actuaciones de Bermejo no suponen más molestia que la piedra en el zapato que le obliga a uno a detenerse para quitarse el zapato y dejarla salir, pero nada más.