Fue a finales del mes de Julio cuando escribí en este blog un artículo que se titulaba "La Verdad Os Hará Libres". Un post donde resumía la vital importancia de la búsqueda de la verdad y el nexo de esta búsqueda con el alcance de la libertad. Un nexo que, tal como decía en el artículo, establecía el origen mismo del liberalismo y la diferencia fundamental con el relativismo, que lejos de ser liberal es justamente el antagonismo del liberalismo.
En Túnez, José María Aznar ha sostenido un discurso contundente y claro que en esencia es la traslación al plano de la política internacional actual el contenido de mi artículo anterior:
En Túnez, José María Aznar ha sostenido un discurso contundente y claro que en esencia es la traslación al plano de la política internacional actual el contenido de mi artículo anterior:
[...] yo no creo en eso que se ha dado en llamar el choque de civilizaciones. Es más. Dudo de que la palabra Civilización, al menos en la teoría y en la práctica políticas, pueda y deba usarse en plural. Más bien creo que la civilización es una, con distintas expresiones culturales, con diferentes experiencias históricas, bajo diversas creencias y raíces religiosas. Pero una única civilización.
Lo creo así porque, por encima de esas circunstancias históricas, culturales o religiosas, se pueden, y se deben, descubrir valores comunes deseables para todos. Se pueden y se deben descubrir porque existen. [...]
Dar por sentado que hay muchas civilizaciones, que da igual una que otra, que da lo mismo unos valores que otros, equivale a renunciar a la propia idea del bien. Como el bien no existe, se renuncia a trabajar en política con el objetivo de alcanzarlo. Esto lleva a mirar con arbitraria indiferencia crímenes que, por desgracia, han ensombrecido la historia de la Humanidad. Es la trampa del relativismo.
Frente al fundamentalismo y al relativismo, creo que lo que hay que reivindicar con fuerza es la civilización. Porque lo que de verdad nos une son unos mismos valores esenciales, que debemos mantener vigentes en toda circunstancia para no regresar a la barbarie.Y por eso yo también creo, como cree D. José María, que hay que trabajar no por la Alianza de las Civilizaciones sino por una Alianza entre Civilizados.
[...]
Los que creemos que la vida y la dignidad de la persona son los bienes superiores, sabemos que hay que respetar al que es distinto, al que piensa diferente, al que tiene otras creencias. Esto, en política, se llama tolerancia.
Y la tolerancia tiene que estar plasmada en los ordenamientos jurídicos positivos. La tolerancia es, sin duda, un elemento clave de la civilización.
Respetar a las personas no significa compartir o asumir sus ideas. Es más, a veces habrá que combatir ideas perniciosas para evitar que acaben con la civilización.
En Europa tenemos la amarga experiencia de no haberlo hecho a tiempo a veces durante el siglo XX. El resultado fueron los horrores de Auschwitz y el Gulag.
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