Antes de nada mi más sentido pésame para los familiares de los dos militares muertos en Afganistán: Rubén Alonso Ríos y Juan Andrés Suárez. Dos patriotas, dos hombres íntegros, valientes, que defendían con su vida la paz en España, y que por estar dispuestos a hacer ese sacrificio acabaron haciéndolo de la forma más indigna en la que se puede cobrar el valor de una persona: A traición y por la espalda, con una furgoneta bomba, sin dar lugar a un enfrentamiento cara a cara.
Y, por supuesto, mi deseo sin límites de la pronta recuperación de los heridos: Antonio Cures García, Enrique Dopico Rodríguez, Gonzalo Miguelez Dieguez y Alberto Cao Pérez. El primero de ellos en estado grave.
Dicho esto, llegamos al momento de proclamar aquello de "NO A LA GUERRA". Vamos, que digo yo que a falta de titiriteros que lo hagan debe de hacerlo alguien. Ya sé que no hay unas elecciones a la vista, ya sé que no estamos hablando del eje del mal Bush-Blair-Aznar, ya sé que no estamos hablando de derrocar a un dictador sanguinario que gaseaba a los kurdos, ni de la aparente amenaza de unas armas de destrucción masiva, ni de hacer valer los acuerdos incumplidos durante 11 años del alto el fuego de la Guerra del Golfo, ni de nada de todas esas cosas tan molonas para salir a la calle a gritar "NO A LA GUERRA", que era un NO a aquella guerra, no vale confundir con un "NO A LAS GUERRAS".
NO A LA GUERRA, pero de verdad. Ya está bien de tanta guerra y guerrilla a lo yanqui. Ir por ahí pacificando pueblos es de un imperialismo rancio que te mueres y no debería permitirse.
NO A LA GUERRA, pero hasta las últimas consecuencias.
Todas las tropas para casa. Nada de mantener efectivos en ningún sitio, luego se les da un finiquito, gracias por sus servicios y disolvemos el ejército. Los tanques, los vehículos y demás, los podemos reciclar y aplicando el nuevo plan del ministerio sustituir por coches a pilas que sean sorteados entre los más necesitados en estos tiempos de crisis. Los buques armados, los desarmamos y los convertimos en transatlánticos de recreo, para hacer cruceros; y los aviones, los helicópteros y demás los podemos incorporar a las flotas civiles. El resto a la chatarrería, para reciclaje. Finalmente, los antiguos cuarteles los podemos convertir en hospitales, casas refugio para pobres, etc.
A falta de titiriteros alguien tendrá que gritarlo, y lo grito yo: NO A LA GUERRA.
Lo malo es que si la grandeza del hombre de bien se pone de manifiesto en su afán de superación, en su búsqueda constante de la libertad y la justicia, en la abolición de las desigualdades y en el deseo infinito de paz; la tragedia es que para sostener todas esas cosas a veces hay que ir a la guerra. Y eso sí es una tragedia. Que a veces de tanto usar y menear las palabras pierden su significado y su valor; pero esto sí es una tragedia.
La muerte de estos soldados, que ha saltado a la primera página de los periódicos ,vuelve a poner de manifiesto la hipocresía vergonzosa y vergonzante de buena parte de la población: No importa lo que haga el ejército siempre que no se sepa. Si están ahí y no se sabe nada de ellos, no pasa nada. Estarán repartiendo chupetes... Que para eso llevan pistolas. Todo el mundo sabe que es la mejor forma de repartir chupetes, con pistolas. ¿La mejor forma de pintar casas? Con pistolas. ¿La mejor forma de poner vacunas? Con pistolas. ¡Imagínense la de padres que se hubieran ahorrado las pesadillas de intentar que el niño tenga una alimentación sana si les hubiesen dejado usar esa herramienta tan útil! ¿Que el niño no quiere comer? ¡Use una pistola, ya verá como come!
El llamado "conflicto" afgano ya se ha cobrado la vida de decenas de españoles desde el inicio de la andadura española en el mismo en 2002. En LibertadDigital hacen un repaso por las 87 muertes de soldados españoles en suelo afgano. Creo que ya va siendo hora de que alguien pronuncie la palabra "GUERRA".
Volvemos del trabajo, aparcamos el coche y nos metemos en casita, calentitos y a gustito, con la calefacción puesta. Encedemos la "tele" y vemos algún programa estiercol que nos impida pensar y nos desconecte de la rutina diaria. Los más afortunados tal vez tengan una pareja que se acurrucará a su lado en el sofá viendo ese bodrio de programa y tras algo de cena y un rato de atontamiento intelectual nos metemos en camita, bien abrigaditos para intentar descansar para el día siguiente que nos espera.
Pero para que todo eso funcione, es necesario que alguien vele por nuestras vidas. Esas personas son los militares españoles, que allá donde se les manda libran las batallas más feroces para procurar nuestro bienestar y evitar que esas guerras que tantas películas han dado y hoy en día vemos casi en directo en las televisiones, esas guerras que tanto nos escandalizan de la manera más cobarde e hipócrita cuando sentimos en el cogote su realidad, se mantegan allá, lejos de nuestras casas.
Por eso, lo mínimo que es de esperar de todos nosotros es el agradecimiento a nuestras tropas que se juegan la vida por preservar la nuestra; y a nuestros políticos... (esperar más bien se puede esperar bien poco) lo mínimo que hay que exigirles es que hablen con claridad. Que se dejen de tanta estupidez demagógica de soldados repartiendo chupachús y hablen con claridad de la realidad del mundo, porque es lo mínimo que se merecen los que dan la vida por nosotros.
3 comentarios:
plasplasplasplasplasplas
¿Aplausos? Vaya, pues gracias... :)
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