Lo que queda del PSOE son los restos de un conglomerado de eslóganes y frases hechas.
Desheredados de un marximo al que cuando vieron tambalearse abandonaron a su suerte, testigos deambulantes de un revanchismo guerracivilista que han pasado de una generación que quiso y quiere vivir en paz a otra que no alcanza a argumentar en estos tiempos de grandes cambios que requieren más que nunca de claridad de ideas y de proyectos firmes y sólidos y sustituyen el raciocinio por un odio visceral, por la cólera de la impotencia, por la rabia del vencido; el PSOE es el partido de la falta de ideas y proyectos, de la falta de convicciones y de la insolvencia intelectual más aplastante. No hay más que ver a su Secretario General, ese hombre de amplísimo bagaje cultural, cuya dirección y criterio aceptan abogados, médicos, arquitectos, empresarios, empleados de tiendas y barrenderos,- porque me consta que de todos ellos hay entre las filas de los simpatizantes del PSOE -, que han hecho sus vidas a golpe de esfuerzo y trabajo y que en sus vidas privadas no pueden más que sentir rechazo hacia aquellos inútiles que calientan sillones a golpe de sonrisas sin hacer nada de provecho ni haberlo hecho para ocupar dichos sillones, para comprender qué es el PSOE de Zapatero y cuán larga es la agonía que le espera y cuán largo el sufrimiento que nos espera a los demás si lo tenemos que seguir padeciendo.
Para muestra un botón, el argumentario de este resto moribundo de lo que una vez fue un partido político es desde luego de lo más florido: el fumar es de derechas, mi patria no es España sino la libertad, el Rey es bastante republicano, si algo va bien hay que profundizar en su cambio, la quema de coches y contenedores ocurre desde que existen coches y contenedores; y un largo etcétera de sinsentidos.
La tragedia es que esta misma falta de insolvencia intelectual es la que dirige lo que supuestamente debería de ser la política antiterrorista y que lamentablemente, como no puede ser de otro modo cuando la falta de capacidad es tan abrumadora, no es sino una política de apaciguamiento de la sociedad ante el terrorismo. El fondo se puede resumir del siguiente modo: "Hay que darles tiempo, pobres chicos, a que se adapten al Estado de Derecho". Cualquier persona con formación y dos dedos de frente (o incluso con medio) entenderá que es un disparate. Pero en cambio, el mensaje de Zapatero crea un vínculo afectivo, una empatía, con un amplio espectro poblacional. ¿Por qué? Como dice el refranero popular: "de aquellos barros, estos lodos". Los barros, el barro, en este caso, es la educación; los lodos, el lodazal, más bien, es la falta de pincipios. Al fin y al cabo, si pasar de curso suspendiendo 3 asignaturas no está tan mal, tampoco estará tan mal que los terroristas ya no hagan atentados un día sí y otro también, sino sólo se dediquen a cobrar el "impuesto revolucionario", comentan vandalismo variopinto por las ciudades, roben armamento y finalmente, amenezan con que si no se les da todo lo que quieren maten a quien les dé la gana que para eso son terroristas y lo de amenazar, secuestrar y asesinar se le da bastante bien.
Así hemos llegado hasta aquí. Donde Rodríguez & cia con el legado de papá González idiotizan a las masas. Las aborregan y las apaciguan a golpe de dialéctica.
Y así, cómo se explica que el Presidente del Gobierno se plante ante un Parlamento a cacarear de que está siguiendo la misma senda que otros siguieron y que resultó en fracaso después de que una vez más haya resultado un fracaso. Al margen de que sea o no la misma senda (que yo no lo creo), decir que se está siguiendo un camino cuyo porcentaje de fracaso - aceptando que siempre hubiera sido el mismo camino - es del 100% y que uno mismo ha visto fracasar en el momento en que lo dice y presumir de ello es de ser bien cortito o de estar hablando para cortitos o de ambas cosas.
No extraña pues que ahora la última medida de Rodríguez Zapatero sea NO DEBATIR. No debatir nada. No hablar, no dialogar (salvo con ETA claro). No escuchar (porque para algo ya se está en La Moncloa, y lo de abrir puertas y ventanas ya no es necesario).
¿Con qué va a debatir cuando no se tiene argumentos para ello?
Desheredados de un marximo al que cuando vieron tambalearse abandonaron a su suerte, testigos deambulantes de un revanchismo guerracivilista que han pasado de una generación que quiso y quiere vivir en paz a otra que no alcanza a argumentar en estos tiempos de grandes cambios que requieren más que nunca de claridad de ideas y de proyectos firmes y sólidos y sustituyen el raciocinio por un odio visceral, por la cólera de la impotencia, por la rabia del vencido; el PSOE es el partido de la falta de ideas y proyectos, de la falta de convicciones y de la insolvencia intelectual más aplastante. No hay más que ver a su Secretario General, ese hombre de amplísimo bagaje cultural, cuya dirección y criterio aceptan abogados, médicos, arquitectos, empresarios, empleados de tiendas y barrenderos,- porque me consta que de todos ellos hay entre las filas de los simpatizantes del PSOE -, que han hecho sus vidas a golpe de esfuerzo y trabajo y que en sus vidas privadas no pueden más que sentir rechazo hacia aquellos inútiles que calientan sillones a golpe de sonrisas sin hacer nada de provecho ni haberlo hecho para ocupar dichos sillones, para comprender qué es el PSOE de Zapatero y cuán larga es la agonía que le espera y cuán largo el sufrimiento que nos espera a los demás si lo tenemos que seguir padeciendo.
Para muestra un botón, el argumentario de este resto moribundo de lo que una vez fue un partido político es desde luego de lo más florido: el fumar es de derechas, mi patria no es España sino la libertad, el Rey es bastante republicano, si algo va bien hay que profundizar en su cambio, la quema de coches y contenedores ocurre desde que existen coches y contenedores; y un largo etcétera de sinsentidos.
La tragedia es que esta misma falta de insolvencia intelectual es la que dirige lo que supuestamente debería de ser la política antiterrorista y que lamentablemente, como no puede ser de otro modo cuando la falta de capacidad es tan abrumadora, no es sino una política de apaciguamiento de la sociedad ante el terrorismo. El fondo se puede resumir del siguiente modo: "Hay que darles tiempo, pobres chicos, a que se adapten al Estado de Derecho". Cualquier persona con formación y dos dedos de frente (o incluso con medio) entenderá que es un disparate. Pero en cambio, el mensaje de Zapatero crea un vínculo afectivo, una empatía, con un amplio espectro poblacional. ¿Por qué? Como dice el refranero popular: "de aquellos barros, estos lodos". Los barros, el barro, en este caso, es la educación; los lodos, el lodazal, más bien, es la falta de pincipios. Al fin y al cabo, si pasar de curso suspendiendo 3 asignaturas no está tan mal, tampoco estará tan mal que los terroristas ya no hagan atentados un día sí y otro también, sino sólo se dediquen a cobrar el "impuesto revolucionario", comentan vandalismo variopinto por las ciudades, roben armamento y finalmente, amenezan con que si no se les da todo lo que quieren maten a quien les dé la gana que para eso son terroristas y lo de amenazar, secuestrar y asesinar se le da bastante bien.
Así hemos llegado hasta aquí. Donde Rodríguez & cia con el legado de papá González idiotizan a las masas. Las aborregan y las apaciguan a golpe de dialéctica.
Y así, cómo se explica que el Presidente del Gobierno se plante ante un Parlamento a cacarear de que está siguiendo la misma senda que otros siguieron y que resultó en fracaso después de que una vez más haya resultado un fracaso. Al margen de que sea o no la misma senda (que yo no lo creo), decir que se está siguiendo un camino cuyo porcentaje de fracaso - aceptando que siempre hubiera sido el mismo camino - es del 100% y que uno mismo ha visto fracasar en el momento en que lo dice y presumir de ello es de ser bien cortito o de estar hablando para cortitos o de ambas cosas.
No extraña pues que ahora la última medida de Rodríguez Zapatero sea NO DEBATIR. No debatir nada. No hablar, no dialogar (salvo con ETA claro). No escuchar (porque para algo ya se está en La Moncloa, y lo de abrir puertas y ventanas ya no es necesario).
¿Con qué va a debatir cuando no se tiene argumentos para ello?
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