El próximo domingo los gallegos y los vascos se enfrentan a una jordana electoral marcada entre otras cosas por la crisis económica, el terrorismo etarra, y el desencanto generalizado ante unos partidos y unas instituciones que cada día más defraudan a los ciudadanos.
En este contexto, muchas son las voces que, nada nuevo por otra parte, recomiendan votar con cabeza, o ejercer eso que se llama el "voto útil", y que a mí siempre me deja con la pregunta de "útil" para qué o para quién...
Hay quien dice que el "voto útil" es aquel que aunque no consiga gobernar lo deja a uno satisfecho. Es una forma de verlo. Yo no la comparto. Porque tal como lo plantean estas personas, el "plato útil" es el que se hace añicos contra el suelo el día que uno está furioso. ¡Uf, qué desahogo! Pues miren qué bien... Ahora además de las circunstancias que nos han llevado a ese estado de nerviosismo, hay un plato desparramado en pedazos por el suelo que barrer. ¡Qué útil!
Yo creo que el voto útil es aquel que resuelve problemas, aquel que sirve para algo más que para tener que desahogarse, y que le evita a uno tener que usar después la escoba.
Creo que el voto útil es el que forma el gobierno que uno quiere, o el que sirve para establecer un cambio en algo que no gusta.
Yo creo que votar a UPyD es útil para la gente de izquierdas que esté desencantada de este gobierno de incompetentes. Como poco le dan un toque de atención y abren nuevas posibilidades de futuro en su oferta política. Eso es útil.
Creo que un votante de centro o de derechas, que vote a UPyD en Galicia más que un voto inútil emite un voto contraproducente. Para empezar, UPyD presente un programa de izquierdas: Educación, aborto, etc. Pero es que, además, tendría que producirse un fenómeno sociológico para que UPyD consolidase un gobierno. Votar a UPyD supondría de facto darle el gobierno al PSOE-BNG.
Un razonamiento análogo puede realizarse en el caso del País Vasco.
La cuestión es, que tratando de estrategia política ciudadana, en el largo plazo estas decisiones electorales no cambian el panorama para la base liberal del Partido Popular, ni para la gente de derechas que buscan un partido fuerte en lo nacional que podrían decantarse por el PP con que este modulase un poco su mensaje y que hoy no se sienten, o dicen no sentirse, identificados con el partido.
Sin embargo, yo creo que ese no es el problema. El problema es que la ciudadanía se ve defraudada por su propia apatía. Demanda que los partidos solucionen sus problemas pero no quiere involucrarse en la toma de decisiones. "Los elegimos para que nos resuelvan los problemas, no para que nos creen otros nuevos", "son todos unos chorizos", "todos unos descafeinados que hoy están con estos y mañana con los otros, sólo están a lo que les interesa" son frases que todos hemos oído. Pero la verdad es que las decisiones las toman los que se presentan y que los ciudadanos desencantados no tienen derecho a echar pestes contra todo lo que no les gusta cuando llega el momento de votar y luego sentarse el resto del tiempo maldiciendo entre dientes pero sin hacer nada al respecto. No funciona así. Si queremos que los políticos nos tengan en cuenta tenemos que hacer que nos tengan en cuenta. Lo que hace falta en la política española son grupos de presión fuertes que obliguen a trabajar a los políticos. Lo que hacen falta son ciudadanos activos que se impliquen.
Los cuatro poderes son el gobierno, la ley, la justicia y la prensa. Ya va siendo hora de que además de ser poderes sean herramientas al servicio de los ciudadanos.
Cada vez que nos callamos, alimentamos nuestra apatía. Cada vez que decimos "bah, es que no merece la pena", alimentamos nuestra apatía. Cada vez que admitimos que "todo es igual" con tal de no discutir, alimentamos nuestra apatía. Cada vez que dejamos de defender nuestra opinión por no molestar, porque total... para qué... Mira, yo... no quiero discutir, tengo mi idea y ya está... Alimentamos nuestra apatía.
Y cada vez, cada vez que alimentamos nuestra apatía, alimentamos a ese clase política que no nos gusta y que se ha acostumbrado a no escucharnos. Activemos las instituciones. Activémenos nosotros mismos y hagámoslas trabajar. Hagámonos oír. Esa es la receta del cambio, y no la vajilla esparcida en pedazos por el suelo.
En este contexto, muchas son las voces que, nada nuevo por otra parte, recomiendan votar con cabeza, o ejercer eso que se llama el "voto útil", y que a mí siempre me deja con la pregunta de "útil" para qué o para quién...
Hay quien dice que el "voto útil" es aquel que aunque no consiga gobernar lo deja a uno satisfecho. Es una forma de verlo. Yo no la comparto. Porque tal como lo plantean estas personas, el "plato útil" es el que se hace añicos contra el suelo el día que uno está furioso. ¡Uf, qué desahogo! Pues miren qué bien... Ahora además de las circunstancias que nos han llevado a ese estado de nerviosismo, hay un plato desparramado en pedazos por el suelo que barrer. ¡Qué útil!
Yo creo que el voto útil es aquel que resuelve problemas, aquel que sirve para algo más que para tener que desahogarse, y que le evita a uno tener que usar después la escoba.
Creo que el voto útil es el que forma el gobierno que uno quiere, o el que sirve para establecer un cambio en algo que no gusta.
Yo creo que votar a UPyD es útil para la gente de izquierdas que esté desencantada de este gobierno de incompetentes. Como poco le dan un toque de atención y abren nuevas posibilidades de futuro en su oferta política. Eso es útil.
Creo que un votante de centro o de derechas, que vote a UPyD en Galicia más que un voto inútil emite un voto contraproducente. Para empezar, UPyD presente un programa de izquierdas: Educación, aborto, etc. Pero es que, además, tendría que producirse un fenómeno sociológico para que UPyD consolidase un gobierno. Votar a UPyD supondría de facto darle el gobierno al PSOE-BNG.
Un razonamiento análogo puede realizarse en el caso del País Vasco.
La cuestión es, que tratando de estrategia política ciudadana, en el largo plazo estas decisiones electorales no cambian el panorama para la base liberal del Partido Popular, ni para la gente de derechas que buscan un partido fuerte en lo nacional que podrían decantarse por el PP con que este modulase un poco su mensaje y que hoy no se sienten, o dicen no sentirse, identificados con el partido.
Sin embargo, yo creo que ese no es el problema. El problema es que la ciudadanía se ve defraudada por su propia apatía. Demanda que los partidos solucionen sus problemas pero no quiere involucrarse en la toma de decisiones. "Los elegimos para que nos resuelvan los problemas, no para que nos creen otros nuevos", "son todos unos chorizos", "todos unos descafeinados que hoy están con estos y mañana con los otros, sólo están a lo que les interesa" son frases que todos hemos oído. Pero la verdad es que las decisiones las toman los que se presentan y que los ciudadanos desencantados no tienen derecho a echar pestes contra todo lo que no les gusta cuando llega el momento de votar y luego sentarse el resto del tiempo maldiciendo entre dientes pero sin hacer nada al respecto. No funciona así. Si queremos que los políticos nos tengan en cuenta tenemos que hacer que nos tengan en cuenta. Lo que hace falta en la política española son grupos de presión fuertes que obliguen a trabajar a los políticos. Lo que hacen falta son ciudadanos activos que se impliquen.
Los cuatro poderes son el gobierno, la ley, la justicia y la prensa. Ya va siendo hora de que además de ser poderes sean herramientas al servicio de los ciudadanos.
Cada vez que nos callamos, alimentamos nuestra apatía. Cada vez que decimos "bah, es que no merece la pena", alimentamos nuestra apatía. Cada vez que admitimos que "todo es igual" con tal de no discutir, alimentamos nuestra apatía. Cada vez que dejamos de defender nuestra opinión por no molestar, porque total... para qué... Mira, yo... no quiero discutir, tengo mi idea y ya está... Alimentamos nuestra apatía.
Y cada vez, cada vez que alimentamos nuestra apatía, alimentamos a ese clase política que no nos gusta y que se ha acostumbrado a no escucharnos. Activemos las instituciones. Activémenos nosotros mismos y hagámoslas trabajar. Hagámonos oír. Esa es la receta del cambio, y no la vajilla esparcida en pedazos por el suelo.